En una decisión que redefine el panorama minero del sudeste asiático, el Parlamento de Vietnam aprobó este jueves una ley revisada que impone nuevas restricciones a la exportación de tierras raras refinadas y reafirma la prohibición de exportar minerales sin procesar. La legislación forma parte de un esfuerzo estratégico para reactivar una industria nacional que, pese a contar con reservas significativas, ha permanecido estancada por años debido a obstáculos regulatorios y una infraestructura industrial insuficiente.
El nuevo marco normativo responde a una necesidad crítica: transformar el rol de Vietnam en la cadena de suministro global de minerales estratégicos. Lejos de limitarse a ser un país exportador de materias primas, el gobierno busca construir un ecosistema industrial que permita procesar estos recursos en el territorio nacional, generando valor agregado y fortaleciendo la autonomía productiva.
La ley establece con claridad que el “procesamiento profundo” debe ir de la mano con la creación de una industria moderna capaz de sostener una cadena de valor robusta. En términos prácticos, esto implica un freno indirecto a la exportación de tierras raras refinadas, que solo podrán salir del país si se integran dentro de una estructura industrial que priorice el desarrollo local.
Vietnam posee algunas de las reservas de tierras raras más relevantes fuera de China, aunque el Servicio Geológico de Estados Unidos redujo drásticamente en 2024 sus estimaciones sobre el volumen total disponible, pasando de 22 millones a 3.5 millones de toneladas métricas. Pese a esta corrección, el país mantiene un peso estratégico en un contexto internacional marcado por la necesidad de diversificar fuentes ante la dominancia de Pekín en este sector.
Las tierras raras —utilizadas en tecnologías clave como turbinas eólicas, vehículos eléctricos, electrónica de defensa y sistemas de comunicación— se han convertido en el centro de una competencia geopolítica creciente. China, que controla aproximadamente el 90 % del procesamiento global, ha reforzado en los últimos años sus restricciones a la exportación, intensificando la presión sobre las economías occidentales que dependen de este suministro.
La medida vietnamita no tendrá efectos inmediatos sobre el comercio mundial, ya que el país carece hoy de capacidad instalada para el refinado a escala industrial. No obstante, la nueva ley sienta las bases para modificar ese escenario en el mediano plazo. Representa un cambio de enfoque: más que favorecer las exportaciones inmediatas, el país busca atraer inversión extranjera y tecnológica bajo condiciones que beneficien el desarrollo interno.
El texto legal también enfatiza el control estatal sobre las actividades mineras. La exploración, explotación y procesamiento de tierras raras deberán someterse a una regulación estricta, lo que refuerza el papel del Estado como garante del uso estratégico de estos recursos. Esta visión no es nueva en Vietnam, pero adquiere un peso renovado en un momento en que múltiples actores internacionales han manifestado su interés en asociarse con el país.
Desde 2021, la exportación de minerales de tierras raras está oficialmente prohibida. Sin embargo, en la práctica, múltiples trabas regulatorias y la ausencia de un entorno operativo favorable han impedido el despegue del sector. Empresas locales e internacionales enfrentan desafíos vinculados a la obtención de licencias, la coordinación interinstitucional y la falta de claridad normativa. La reforma aprobada este jueves busca resolver parte de estos obstáculos mediante una estructura legal más coherente con las metas de industrialización.
Vietnam ha sido cortejado por países como Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Australia, todos interesados en asegurar un acceso estable a estos materiales críticos. Hasta ahora, los avances han sido limitados. La nueva legislación puede ofrecer señales de confianza para esos potenciales socios, siempre que vaya acompañada de una mejora en la gobernanza regulatoria y de incentivos adecuados para proyectos de largo plazo.
Expertos del sector consideran que esta decisión marca un punto de inflexión. En lugar de competir por volumen, Vietnam opta por competir por valor. A mediano plazo, el desarrollo de capacidades propias de refinación y manufactura especializada podría convertirlo en un actor relevante en el suministro de componentes avanzados, como imanes permanentes para motores eléctricos o materiales para baterías de nueva generación.
La minería, en este caso, no se plantea solo como una fuente de ingresos o exportaciones. Es concebida como una herramienta de soberanía industrial y de inserción estratégica en las cadenas globales. Para lograrlo, será imprescindible superar los desafíos técnicos, logísticos y ambientales que conlleva el procesamiento de tierras raras, un campo en el que la experiencia internacional puede jugar un papel clave, pero que requiere coordinación y visión desde el Estado.
La medida legislativa también ofrece una oportunidad para repensar la relación entre minería y desarrollo sostenible. Si bien las tierras raras son esenciales para la transición energética, su extracción y refinación no están exentas de impactos ambientales. La creación de un ecosistema industrial moderno implica también incorporar estándares ambientales más exigentes, mejores prácticas tecnológicas y una gobernanza que involucre a las comunidades locales.
La decisión de Vietnam no se limita a una cuestión técnica o económica. Es una declaración política de independencia industrial en un contexto internacional tenso. En un mundo donde los minerales estratégicos son parte de las disputas por el liderazgo tecnológico y económico, la protección de los recursos nacionales adquiere una nueva dimensión.
El país todavía tiene un largo camino por recorrer para convertir su potencial en resultados concretos. Pero con esta legislación, da un paso firme hacia una estrategia que prioriza el valor agregado, la soberanía y el desarrollo nacional por encima del beneficio inmediato. En un entorno global cada vez más competitivo, Vietnam se posiciona no solo como una fuente de recursos, sino como un jugador que busca definir las reglas del juego.
