Newmont Corporation, la mayor minera de oro del mundo, evalúa una operación estratégica que podría redefinir el mapa del oro en América del Norte. La empresa analiza la adquisición de los activos más valiosos de Barrick Gold Corporation en Nevada, una región emblemática para la minería aurífera global.
Personas con conocimiento directo de las negociaciones aseguran que Newmont estudia distintas opciones, incluida la compra directa de la participación de Barrick en la empresa conjunta Nevada Gold Mines, creada en 2019 para consolidar las operaciones auríferas de ambas compañías en ese estado norteamericano. También se ha contemplado una opción más ambiciosa: una posible oferta para adquirir la totalidad de Barrick, con la intención de deshacerse posteriormente de los activos que no considere estratégicos.
Aunque todavía no se ha tomado una decisión final, la sola posibilidad de esta operación ha generado gran interés en los círculos financieros y mineros internacionales. El valor simbólico y operativo de Nevada en el portafolio global de activos auríferos no es menor. Se trata de una región con infraestructura desarrollada, leyes claras, experiencia minera acumulada y una de las geologías más ricas en oro del planeta.
El complejo Nevada Gold Mines representa uno de los activos más rentables y de mayor producción en el mundo. Actualmente, Barrick controla el 61,5 % de esta sociedad y actúa como operador, mientras que Newmont posee el 38,5 % restante. Desde su creación, la empresa conjunta ha generado sinergias operativas significativas, reduciendo costos y optimizando la extracción. Pero también ha sido motivo de tensiones silenciosas entre las partes.
En un momento donde los precios del oro rondan máximos históricos y la presión sobre los costos operativos sigue al alza, aumentar el control sobre activos de calidad se vuelve una prioridad para los grandes jugadores del sector. Newmont ya dio un paso relevante en 2023, cuando concretó la compra de Newcrest Mining por cerca de 15 000 millones de dólares. Esa operación consolidó su presencia en Australia, Papúa Nueva Guinea y Canadá, pero también aumentó su nivel de endeudamiento. Por ello, cualquier nuevo movimiento de adquisición se analiza con lupa.
Para Barrick, la posible venta de sus activos en Nevada representaría un cambio significativo de estrategia. Desde hace años, la compañía canadiense ha diversificado su presencia en regiones como África y Asia Central, incluyendo activos en Pakistán (Reko Diq), Malí y Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, estos proyectos operan en jurisdicciones con mayores riesgos geopolíticos y sociales, lo que ha provocado inquietud entre algunos inversionistas.
Una desinversión en Nevada podría interpretarse como una señal de que Barrick busca consolidar su posición en regiones de alto riesgo pero alto potencial. Al mismo tiempo, también podría leerse como un intento por capitalizar activos maduros para liberar liquidez en un momento de transición interna, especialmente tras la salida de su CEO, Mark Bristow, ocurrida en septiembre pasado.
De concretarse la compra, Newmont no solo consolidaría su dominio en el principal distrito aurífero de Estados Unidos, sino que también eliminaría fricciones operativas derivadas del modelo de gestión compartida. En un sector donde cada tonelada cuenta y donde las decisiones se deben tomar con agilidad, tener el control total de las operaciones podría traducirse en mayores eficiencias y rentabilidad.
Las implicaciones para la industria son profundas. La tendencia de consolidación continúa, y las grandes mineras buscan activos de bajo riesgo, ubicados en países con estabilidad jurídica y social. Nevada cumple con todas esas condiciones. Por eso, más allá de los intereses de las partes involucradas, el mercado observa con atención lo que podría ser uno de los movimientos estratégicos más relevantes del sector en los últimos años.
En términos políticos y económicos, este posible acuerdo refuerza una lección cada vez más evidente: las jurisdicciones mineras estables son ahora más codiciadas que nunca. Frente a la creciente presión ambiental, los conflictos comunitarios y la incertidumbre regulatoria en muchas regiones del mundo, activos como los de Nevada representan un refugio seguro para el capital minero. No es casualidad que ambos gigantes hayan apostado por esta zona como uno de sus pilares.
Para América Latina, el caso resulta aleccionador. México, Perú, Chile y Argentina cuentan con enormes recursos minerales, pero también enfrentan retos regulatorios, sociales y ambientales que pueden frenar inversiones. La clave está en ofrecer certidumbre. Si se garantiza un entorno favorable a largo plazo, países como los nuestros podrían captar parte de ese capital global en búsqueda de estabilidad.
En definitiva, la posible adquisición de los activos de Barrick en Nevada por parte de Newmont no es solo una transacción entre dos empresas: es un movimiento que refleja las nuevas coordenadas estratégicas de la minería global. Una apuesta por el control, la eficiencia y la seguridad operativa en un mundo donde el oro sigue siendo sinónimo de poder y estabilidad financiera.
El desenlace todavía es incierto. Las conversaciones avanzan, pero fuentes cercanas aseguran que Barrick no ha tomado una decisión final. Todo dependerá del precio ofrecido, las condiciones del mercado y la estrategia interna de ambas compañías. Lo que es seguro es que Nevada vuelve a colocarse en el centro del tablero global del oro.
