En el mundo de los minerales estratégicos, pocas noticias generan tanto interés como las relacionadas con las tierras raras. Agosto de 2025 dejó una cifra contundente: China exportó 7,338 toneladas de estos productos, el volumen mensual más alto desde 2012, de acuerdo con datos aduaneros citados por Bloomberg. El número no solo resalta por su magnitud, sino por el momento en que ocurre, justo antes de una llamada programada entre el presidente Xi Jinping y su homólogo estadounidense Donald Trump para discutir comercio y minerales críticos.
China domina este terreno con una fuerza casi monopólica. Controla alrededor del 70% del suministro minero global y concentra prácticamente todo el proceso de refinación, lo que la convierte en el actor indispensable en la cadena de valor de los 17 elementos que conforman las tierras raras. Estos minerales, invisibles para el ciudadano común, están presentes en celulares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos e incluso sistemas de defensa de última generación. En otras palabras, quien controla las tierras raras ejerce una influencia directa sobre la tecnología moderna.
El contexto de este repunte no puede entenderse sin mirar hacia atrás. En abril, en plena escalada de la guerra comercial impulsada por Washington, el gobierno chino decidió restringir las exportaciones de ciertos minerales y productos relacionados, en especial los imanes de alto rendimiento. Estas piezas, vitales para la fabricación de motores eléctricos y generadores de aerogeneradores, se convirtieron en una herramienta de presión geopolítica. La industria global sintió el golpe: cadenas de suministro interrumpidas, proyectos retrasados y costos elevados.
El alivio llegó meses después, cuando las tensiones se atenuaron y Pekín comenzó a flexibilizar sus restricciones. El dato de agosto refleja ese respiro, aunque con matices. Expertos señalan que parte del aumento puede deberse a que exportadores chinos se pusieron al día con pedidos acumulados en meses anteriores. De hecho, las estadísticas revelan que las exportaciones de minerales de tierras raras —sin procesar— cayeron 3.4% en agosto, hasta 5,792 toneladas, lo que sugiere que la recuperación aún no es uniforme.
Mientras Estados Unidos parece recuperar el pulso en el suministro, la situación europea dista de ser alentadora. La Cámara de Comercio de la Unión Europea en China advirtió que la escasez obligó a detener operaciones en siete plantas durante agosto. La previsión es aún más preocupante: hasta 46 paros adicionales en septiembre y diez más antes de que termine diciembre. Aunque no se detalló la naturaleza de las instalaciones, la advertencia refleja la vulnerabilidad del bloque frente a los caprichos del mercado controlado por Pekín.
Carlo D’Andrea, vicepresidente de la Cámara y presidente de su capítulo en Shanghái, fue claro en su valoración: el cuello de botella en el suministro es hoy el mayor obstáculo para las empresas europeas. La organización indicó que 22 compañías solicitaron apoyo para gestionar 141 aplicaciones urgentes de exportación desde China. El dato ilustra la desesperación de firmas que dependen de un flujo constante de estos materiales para mantener su competitividad.
El contraste entre Europa y Estados Unidos también revela la naturaleza desigual del mercado. El representante comercial estadounidense, Jamieson Greer, declaró esta semana que los envíos hacia su país “se recuperaron significativamente”. La declaración puede interpretarse como un éxito de la presión política de Washington, pero también como un recordatorio de que los intereses estratégicos determinan el acceso a estos recursos.
Detrás de las cifras se esconde una realidad que vale la pena subrayar: la minería de tierras raras, frecuentemente cuestionada por su impacto ambiental, también sostiene la transición energética y el desarrollo tecnológico. Sin estos minerales no existirían baterías de última generación, ni turbinas eólicas eficientes, ni sistemas de comunicación avanzados. Desde esta perspectiva, la minería se convierte en una aliada indispensable de la innovación y la sostenibilidad, siempre que se gestione con estándares adecuados.
El caso europeo plantea preguntas incómodas: ¿cómo puede el bloque aspirar a liderar la transición energética sin acceso seguro a insumos básicos? En países como Alemania, donde la industria automotriz impulsa la adopción del coche eléctrico, la dependencia de proveedores externos podría retrasar metas de descarbonización. España y Francia, que apuestan fuerte por la energía eólica marina, también enfrentan el riesgo de ver encarecidos sus proyectos.
México, aunque menos expuesto en este capítulo, debería observar con atención. La nación cuenta con potencial geológico en minerales críticos y, en un escenario de reconfiguración de cadenas globales, podría jugar un papel más relevante. El reto será atraer inversiones que desarrollen proyectos bajo prácticas sostenibles y con valor agregado local, para no repetir la dependencia de exportar materias primas sin transformar.
Lo ocurrido en agosto de 2025 reafirma una lección clara: las tierras raras no son simples minerales, sino engranajes esenciales de la economía digital y verde. Su comercio se ha convertido en una herramienta geopolítica capaz de alterar industrias enteras. China, consciente de su poder, lo ejerce con precisión. Europa, atrapada en la dependencia, busca soluciones que tardarán años en concretarse. Estados Unidos, mientras tanto, aprovecha su capacidad de negociación para asegurar suministros.
La historia todavía no concluye. Cada tonelada exportada refleja no solo un movimiento comercial, sino un pulso estratégico que redefine las relaciones entre las grandes potencias y sus socios. Y en ese tablero, la minería, lejos de ser un obstáculo, aparece como la llave para sostener el progreso tecnológico y la transición energética que el planeta demanda.

